Una vez. Dos. Tres. A la cuarta vez que no pudo verme porque tenía unos super planes ya armados, mi cabecita empezó a pensar cualquier cosa. Necesito encontrar algo para hacer, definitivamente. Demasiado tiempo libre hace que piense cosas que no tengo que pensar, o que ni siquiera quiero pensar. Es como el cuento del gato… algún día dirá que sí, que nos juntamos para vernos, y yo la voy a mandar a la mierda.
Pero en un momento hice clic. Y dije basta. Estamos a punto de cruzar el punto de no retorno, en el que estoy metido hasta las pelotas con alguien a quien, paradójicamente, hace días -semanas- que ya no puedo ver. Siempre hay algo, una salida con amigas, una reunión del trabajo, el cumpleaños de no sé quién, un trámite mágico (ah sí, porque con mi buen timming, ella acaba de planificar irse de viaje por tres meses hasta el otro lado del mundo… viva yo!). Y no lo vamos a cruzar ese punto. No, serenity now.
Pablo, relax. Es una chica fantástica, sí claro. Pero no ha pasado nada más que unas cenas, unas salidas a tomar algo, y muchos cientos de sms o charlas en el msn. Así que pongamos las cosas en perspectiva. ¿Me gustaría que fuera otra cosa, empezar a salir, que fuera la próxima señora de Pablo G.? Sí claro, pero las cosas en orden. Así que nada, si no da muestras de interés, medio que por acá habrá quedado todo.
Es cierto, yo tampoco he hecho demasiado para decirle que realmente me encanta. Que no me importa demasiado que viva lejos, que tenga que invertir como dos horas en llegar hasta la casa, tomarme dos ómnibus, ni afeitarme cada vez que la veo (cosas que realmente me molestan). Pero bueno… de eso me deberé hacer cargo yo, y ella de lo suyo.
Así que pasó una semana entera. Una semana que no le pedí para vernos, que no la invité a salir, ni a cenar, ni a nada. Simples conversaciones por msn, y algunos sms (porque tampoco puedo conmigo mismo). Hasta que un día me dijo «¿Querés ir mañana al Jardín Japonés?». Y me contuve… claro que quiero ir, me muero de ganas de verte, extraño tus pecas y tu sonrisa fantástica. «Dale… creo que mañana no tengo nada, vamos si querés».
Me levanté, me bañé, me afeité, planifiqué todo mi día para dejar la tarde libre. Un par de clientes querían cosas para la tarde, todo bien… serán para mañana. Igual adelanté todo lo que pude. Miré los horarios del ómnibus y todos eran malos. ¿Y si me voy en el auto? Miré mi billetera y daba realmente pena. Igual me la jugué, y pasé por una estación cerca de casa a ponerle todos mis últimos ahorros en nafta. Era una inversión que sin duda valía la pena.
Con nafta en el tanque, vidrios limpios, y el ánimo renovado salí. Duró 23 metros.
Pablo, no me mates por favor. Pero se me complicó con unos trámites para el pasaporte, y me estoy volviendo loca. Para peor escribieron mal mi nombre y tengo que hacer todo de nuevo. Me molesta muchísimo hacer esto, pero podemos dejarlo para mañana? No me mates!!