Y hablamos. Mucho. Varios días. De noche, de día. Sé que duerme mucho, y que odia madrugar, que le encanta su trabajo pero que preferiría no trabajar los fines de semana. Que es medio llorona, medio hipocondríaca, y que le dan miedo los abejorros. Y otras cosas que no viene al caso, pero que intento con todo mi esfuerzo que mi memoria no los olvide. Y eso ya es mucho.
Así que un día, en una de nuestras charlas por el msn me armé de valor y la invité a salir. Siendo honestos preferiría toda la vida vivir en el medioevo, en donde todas esas cosas de las citas estaban menos valoradas. Un par de vacas a los padres, y todo quedaba más o menos solucionado. Oks, es verdad que está el tema de las pestes, de las ventanas sin vidrio, de las guerras santas… como todo tiene sus pro y sus contras! En fin, igual aceptó.
Así que intenté ser lo menos distraído posible y fui. Intenté no olvidarme de nada, saber llegar al lugar donde nos íbamos a encontrar, llegar un poquito antes cosa de no llegar tarde, no tirar nada, no hacer chistes estúpidos… qué va, todo eso no me sale. Hice chistes y se rió, no tiré nada pero ella tiró la cerveza arriba de mi campera. Le prometí algodón con azúcar, pero no vendían en ningún lado, así que logré cambiarlo por unas pizzas y unas cervezas.
La noche terminó cuando el mozo hizo de todo para hacernos entender que bueno, ya era la hora de cierre. Así que como un caballero la di mi campera (esto de tener calor siempre no es compatible con las camperas) y la lleve a su casa. Nos despedimos, y me fui arrepentido de no besarla. O de por lo menos no sé, decirle que estaba hermosa.
Tocando fondo... o casi 