Sin estar demasiado seguro de qué era lo que se festejaba fui al bar de Rodolfo. Rodo, amigo de años, había decidido renunciar a su magnífico trabajo (magnífico porque ante nuestros ojos no hacía nada y ganaba mucho) para abrir un bar. El problema era que lo había abierto en diciembre (literalmente unos días antes de las fiestas y de las vacaciones, cuando todo el mundo se dedica a tomar en otro lado que no sea en la capital), y además estaba en una zona media complicada: difícil de llegar, difícil de estacionar, y medio poco visible. Así que en un pacto nunca dicho, entre todos lo ayudamos. ¡Y vaya si lo hicimos! Se festejaron cumpleaños, campeonatos, fiestas varias… y sino simplemente nos juntábamos ahí.
Llegué y, como era previsible -por el círculo de amigos que compartíamos- estaba Lorena. La medio saludé (ese saludo que implica un movimiento de la cabeza desde lejos), y seguí para adentro. En un ambiente natural soy un tipo más bien tímido, que interactúo solo con las personas que conozco. Sin embargo, vaya a saber por qué hechizo del destino, ésta vez me tranformé en el centro de la fiesta. Conocidos y no me preguntaban cómo me había ido, me pedían que les contara cosas, me invitaban tragos. Fue extrañísimo. Y claro, trago va, trago viene, me pasé de la rosca, y terminé cantando «Resistiré» en la máquina de karaoke mientras que una turba de personas nos aplaudía a rabiar.
Llegué a mi casa cuando estaba amaneciendo, caminando por las calles cerca de casa y saludando a algunos vecinos que se iban a trabajar. Porque claro, era martes… solo que mi sistema sabiéndome un desempleado más no lo terminaba de asimilar. Me desperté a las 4 de la tarde, con demasiada hambre como para elegir qué comer, así que agarré lo primero que encontré en la heladera (algo bueno de volver con mis padres es que volvía a tener comida hecha sin moverme demasiado). Me bañé, y me dispuse a hacer algunos diseños que tenía en el debe (de clientes que, en realidad, eran amigos) y de pronto me di cuenta que tenía por lo menos 30 mails de facebook señalando que me habían etiquetado.
Las fotos me ayudaron a armar partes de una noche que ni recordaba. ¡Qué bochorno!… pero bueno, para eso se inventaron los bares de los amigos, ¿verdad?